Música de fondo: "Cheap thrills", los primeros pasos de Janis Joplin

Janis Joplin

 

Raúl García Castán, corredor y escritor, nos deja una nueva entrega de "Música de fondo". En esta ocasión, nos habla de una de las grandes voces de todos los tiempos, la "mártir del rock" Janis Joplin.

Portada del "Cheap thrills", realizada por el artista del cómic Robert Crumb. Haz clic en la imagen para escuchar "Piece of my heart".Portada del "Cheap thrills", realizada por el artista del cómic Robert Crumb. Haz clic en la imagen para escuchar "Piece of my heart"."A mí los muertos se me dan como a nadie", solía decir a sus amigos Cesar González Ruano, el gran escritor y periodista hoy tan injustamente olvidado, refiriéndose a lo agradecido que resultaba, desde un punto de vista literario y periodístico el artículo laudatorio post mortem cuando la vida, o mejor dicho, la muerte, le obligaba a hacer la glosa necrológica de algún personaje importante fallecido. Cuando así sucedía, el muerto en cuestión estaba de suerte; Gonzalez Ruano le escribía un artículo, le adornaba el óbito al difunto con una poética corona funeraria hecha de palabras y metáforas, en lugar de flores, que, oye, era un primor. A uno, salvando las distancias tempo-espaciales y de "qualité" literaria, también se le dan bastante bien los muertos. Por eso hoy voy a ejercer, una vez más en esta página, de asaltatumbas, de profanador de cadáveres exquisitos, y así me dispongo a desenterrar a otro ilustre difunto de la historia de la música.

Janis Joplin es uno de los miembros de lo que algún inspirado periodista de Rolling Stone, de New Musical Express o de cualquier otra revista musical, vaya usted a saber, llamó el poker de jotas: Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison, aquellos cuatro ángeles de lo sombrío abrasados por su propio fuego vital en plena cúspide de sus carreras musicales. Aunque tampoco estaba tan gorda, Janis Joplin es una de las vacas sagradas musicales de quien esto escribe, y más tarde o más temprano tenía que pasar, inevitablemente, por estas páginas.

Janis Joplin. Haz clic en la imagen para escuchar "Summertime".Janis Joplin. Haz clic en la imagen para escuchar "Summertime".La Janis que uno prefiere es la de la primera época, aquella chica de Porth Arthur, Texas, de aspecto desvalido y ambiguo, que uno no sabe si calificar como virginal o como putón verbenero, dueña de una portentosa y desbocada y estridente laringe eléctrica -como apuntara otro inspirado reportero músical- y acompañada de su primer grupo, The Big Brother and the Holding Company, el peor de todos los que la arroparon en su corta carrera desde un punto de vista técnico y virtuosístico, pero con el que consiguió una mayor compenetración –además de sus músicos eran sus amigos (y alguno su amante)– y una incuestionable frescura en el sonido que no consiguió con ninguna otra de las bandas de acompañamiento que las grandes discográficas pusieron a sus pies en los años posteriores, cuando Janis ya era una de las estrellas más rutilantes del rutilante firmamento del rock, una sibila genial, desgreñada y gritona, una diosa divina (la redundancia es intencionada y merecida), borracha y fornicadora. De aquella primera época de colaboración entre Janis y los chicos de Big Brother salio aquella joya llamada Cheap thrills, donde están incluidas las dos canciones que vamos a escuchar hoy. Una es rápida, o, más bien, de tempo medio y feroz, Piece of my heart Pedazo de mi corazón, que muchas veces ha marcado el paso del mío en entrenamientos mortales de necesidad, y la otra es lenta y acaso mi canción favorita de Janis Joplin: la increíble versión del clásico Summertime, aria de la opera de George Gershwin Porgy and Bess, que en la voz de J.J. cobra una nueva dimensión. Son antológicos los cruces de guitarra de James Gurley y Sam Andrew entre sí y con la guitarra que Dios o la providencia pusieron en la garganta de Janis en vez de cuerdas vocales, hacia el final de la canción. Yo adoraba (y adoro), escuchar esta maravillosa canción en las achicharrantes tardes de verano, antes de salir a correr, al socaire del relativo frescor de mi habitación, espiando la calle deslumbradora a través de las rendijas o el hueco de la persiana, enferma el alma de esa melancolía inversa, estridente y pagana, esa hilarante tristeza, esa sombría luminosidad, ese punto remoto de muerte que pone en el corazón la explosión de luz y de vida del verano.