Música de fondo: La siesta

Raúl García Castán. Foto: Facebook Raúl

 

Nueva entrega de Música de Fondo, donde el corredor y escritor Raúl García Castán se enfrenta a un tabú personal: la siesta.

Buffy Saint Marie GoodbyeDe vez en cuando la vida le vive a uno tan intensamente que no queda más remedio que darse de baja de los trabajos del vivir temporalmente. La siesta, ese fin de semana en la cotidianeidad del cuerpo, es deleite espiritual al que quien esto escribe no es en exceso aficionado.

Mas aún; incluso diría que forma parte de una serie de tabúes personales un tanto demodés que arrastra uno, no sé si como vestigio larvado de algún adusto antepasado británico cuya sangre pudiera correr por mis venas: actitudes como no comer andando por la calle, no dormir en lugares a la vista del público y otras cosas por el estilo se suman a esta curiosa reticencia mía a no dormir nunca la siesta, salvo que sea absolutamente imprescindible, como ayer, derrengado como estaba por la carrera disputada este fin de semana.

La siesta, ese lapsus con disfraz de noche minutísima y apócrifa tiene algo de inquietante porque nos apea de la vida; es un agujero negro en el universo blanco de la tarde veraniega. Es por eso que la siesta nos deja, indefectiblemente, cara de tontos. Uno regresa de la siesta como un boxeador sonado, con la cara hinchada por el combate con el sueño (y los sueños) y la cara de tonto del que llega a un lugar y no sabe ni donde está.

El sueño nocturno es otra cosa. La noche es una institución, una multinacional del sueño; es su reino natural, y uno no pierde comba porque los malos también están durmiendo y por tanto no maquinan contra uno. Si todos se apean de la vida, la vida se paraliza. Pero si solo te apeas tú, solo una vida se detiene: la tuya. Así que cuando regresamos al fin de esa mini muerte impostada y temporal, lo hacemos con el paso cambiado y el gesto torcido ante la certeza insoslayable de que “estos cabrones han seguido sin mí como si nada” y eso de que el mundo funcione sin uno dentro es cosa que molesta mucho. Así que durante unos minutos, el tiempo que tardamos en saltar de nuevo al pescante de la vida, trepidante siempre en su vorágine de luces y sombras, somos el primo, el tonto, el desterrado desenterrado, el Lázaro anacrónico y resucitado de nosotros mismos.

I'm Only Sleeping de The Beatles